martes, 1 de noviembre de 2011

Aguas Calientes

Guatemala es original, auténtica, olorosa, sabrosa, soleada, bulliciosa, loca, cariñosa, pura, fiel, verdadera y también hay mucho de la otra cara con la que gracias a Dios no topamos: delincuencia, robos, violaciones, asesinatos, secuestros, analfabetismo... Y que la cotidianeidad de los días hace que te acostumbres a olvidarla. ¡Qué mala es la costumbre algunas veces qué te hacer ver las cosas malas normales cuando llevas suficiente tiempo expuestas a ellas!
Ayer estuve en los baños de S. Lorenzo Aguas Calientes, un balneario a la manera Guate. Piscina de tamaño mediano con un agua caliente que sale de entre las rocas de azufre. Aparentemente podría ser como cualquier piscina municipal de pueblo pequeño con sus diferencias, a saber: en mitad de un frondoso y luminoso bosque, al lado de un río no demasiado caudaloso, sin fondo aparentemente cementado ya que ves las piedras de azufre al fondo, y un agua clara y cristalina y caliente. Merendero a la manera de cualquier típico de campo: mesas grandes de cemento y taburetes alargados hechos de lo mismo, a la sombra de los árboles. Y un pequeño puesto de comida con su plato principal: las tortillas de maíz con carne de res o cochino.
También cuenta con sus anecdóticos carteles: ¡Por favor no orinarse en los vestidores!, urinarios 1Q, piscina para bautizos, en otra parte.
Hay pocos bañistas cuando llegamos: un padre con tres hijos, los dos niños pequeños parecen gemelos aunque difieren dos años en edad. Me encantan, sobre todo el pequeño con 4 añitos y con esa barriguita tan gorda debido a su respiración abdominal. ¡Con tanta vida!, se sentaba en una de las rocas a mi lado y me preguntaba: de dónde era, si mi otra amiga era mi hermana y me decía lo valiente que él era cuando intentaba nadar solo. Qué solo tenía que gritar: ¡Jerónimo! y dejarse llevar, y ya nadaba solo.
A la respuesta que de dónde era, le intentaba explicar que de un país lejano, muy soleado, en el que hablaba como él y que había llegado volando. Luego me preguntó que de dónde mi amiga y le dije: pues casi igual de lejos, pero de más arriba, y le señale el cielo, y me soltó: ¡ay pues, entonces viene de dónde nuestro Diosito!
En nuestro día de aguas calientes y relax tan bien acompañadas, no estábamos pendientes de nuestro guardaespaldas. ¡Sí, llevábamos guardaespaldas! Y con pistola. Él no había dicho que llevaba pistola y yo tampoco me di cuenta de la misma hasta que no llegó casi la hora de marcharnos sobre las tres de la tarde. Cuando ya el sol esta yendo para abajo, y todo se empieza a complicar. A esa hora, nuestro guardaespaldas amigo de una amiga, nos metía prisa para vestirnos y largarnos, llamando repetidamente al taxi. La mujer del puesto de comida le había hecho señas para que básicamente nos largáramos de allí más pronto que tarde.
Mucho más miedo cuando el guardaespaldas de camino de vuelta le va diciendo al taxista: van a venir a robar, las van a ver y van a querer más, yo no les voy a dejar y...
En esos  momentos te das cuenta de golpe que Guatemala es muchas cosas, sobresalientemente peligrosa, la gente vive con mucho miedo. Todos los cristales de los coches van tintados, incluso el de delante, cosa que me chocó muchísimo la primera vez que lo vi. La gente anda por la calles hasta que se pone el sol, luego ya todo se queda vacío o casi hasta las 10 de la noche, cuando ya nadie camina. Sólo algunos valientes que se exponen demasiado por ahorrarse un taxi.
El día de las elecciones raramente podremos salir de Antigua, y dos días antes de las elecciones dejan de vender alcohol en las tiendas.
Un pueblo atemorizado que sobrevive ingeniándoselas como puede, pero sin dejar de sonreír y ser cariñoso y fiel. Y vivo en Antigua. La ciudad más tranquila de toda Guatemala y para ir a la piscina tengo que llevar guardaespaldas y pistola.



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