Con la excusa de encontrarnos todos los voluntarios en la escuela, en Ciudad Vieja, la alianza hispano-italiana deciden planear también un almuerzo. V y G, ambos italianos comparten conmigo la cultura gastronómica, y todo lo que acarrea, además de todo lo que se comparte alrededor de una buena mesa.
A las diez y media de la mañana quedamos en la sede para encontrarnos y ponernos de acuerdo en la compra de los ingredientes. Después de reunirnos las treinta personas a las que vamos a dar de comer, nos vamos al super: La Bodegona, el único supermercado en el que se puede encontrar casi de todo. Éste seria el Tesco inglés, el Continente español, y la Bodegona guatemalteca.
Bueno, primero, lo divertido del viaje, cuatro personas más la conductora y servidora se disponen a subir al coche del año catapum. Me recuerda a mis años de universidad cuando conducía el Opel Corsa blanco del ´85 de mi padre, con un asiento azul y otro verde, desde Torremolinos. En plena hora punta: un coche que tenía starter, de gasolina super, que se calaba, no le entraba la primera y sólo tenía cuatro marchas, 1000cc. El humo que soltaba era tan negro como los que sueltan hoy los chicken buses. Todavía recuerdo mis primeros viajes A-Málaga-A los fines de semana, el entumecimiento del pie por los nervios. No entiendo cómo me atrevía a hacer eso con el carné recién sacado y sin compañía en una capital de provincia de más de 500.000 habitantes. Yo me creía la reina de la carretera con el pelo saliendose por la ventana y sólo me faltaba la canción de: " Yo para ser feliz quiero un camión" en la radio. Por supuesto, en aquellos tiempos el pie al fondo y el Corsa blanco con más ganas de echarse a volar que la conductora.
Llegamos al super pero V no puede aparcar, no le entra la marcha al coche, se para y ella no es muy diestra. Así que me ofrezco para aparcarlo. Guau, cuando cojo el volante recuerdo dónde y cómo me salieron los músculos de los brazos. Creo que tendré agujetas varios días, no entiendo las marchas, así q V, se sienta de copiloto, ella mete las marchas, yo conduzco, y los demás viajeros en la acera me indican cómo aparcar. Un espectáculo digno de ser grabado. Aquí tampoco importa que en el coche haya seis personas y que no podamos usar el cinturón.
Después de las compras, allá vamos otra vez, pirulas, baches, lluvias, charcos, badenes y un coche con olor a los 70 que nos lleva por las calles empinadas de Ciudad Vieja, todas super nerviosas y es que no sabemos dónde agarrarnos para no voltear en las curvas.
Llegamos a la escuela. G. V. y yo nos afanamos en cocinar para 30 personas, ¡toma ya! Eso sí que es un reto... Ellos, como buenos italianos de los de estereotipo no paran de discutir e intentar llevar la razón planeando y mandando y moviendo las manos exageradamente. A mí me han entrado ganas de aprender italiano, varias razones para ello... Por supuesto cocinamos pasta y terminamos en tiempo record: buena organización, receta sencilla, voluntarios obedientes. Así que todos juntos y con la excusa del meeting damos buena cuenta de un buen plato de pasta sencilla pero exquisita. Hecha de la mano de la alianza hispano-italiana, que cómo siempre, de otra cosa no sabrán, ma il cibo, siamo i migliori.
Los ingredientes
Nuestra cocina |
Nuestro fregadero |
Los preparativos |
Los cooperantes |
La salsa y la pasta |
El refresco: horchata de arroz |
Los hambrientos |
Los servidores |
El comedor
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